Historias

Historias de la cuarentena (Parte IV)

Una estudiante de Diseño Gráfico cuenta cómo afronta sus prácticas y qué dificultades encuentra para finalizar su Trabajo Final de Estudios

Publicado en Insitu Diario el 21 de marzo de 2020

En esta cuarentena María está siendo más meticulosa de lo normal: «Estoy intentando no toquetearla mucho, pero con que le esté diciendo cosas o sacándola para que se pasee por la casa Kira está contenta».

En la cuarta entrega de ‘Historias de la cuarentena’, María Haro, estudiante de último curso de Diseño Gráfico en Córdoba, cuenta cómo está afrontando sus prácticas y cómo su Trabajo Final de Estudios (TFE) se ha visto afectado desde que se declaró el confinamiento debido a la crisis sanitaria causada por el coronavirus.

La rutina de María ha dado un vuelco. Ha pasado de coger cada día el autobús para ir y volver de sus prácticas, tomar algo con sus amigas y dar una vuelta con su madre a «estar todos los días encerrada en casa, lo que es una auténtica desilusión», cuenta.

Actualmente sigue de forma telemática las prácticas, pero asegura que «prefiero hacerlas de forma presencial» porque «las estoy disfrutando y voy a echar de menos este tiempo sin ir».

María en sus prácticas desde casa. Foto: María Haro

María cree que esta situación va a perjudicar a su TFE porque «depende de cómo enfoques tu proyecto te puede afectar más o menos y, en mi caso, temo que, si la cuarentena dura mucho tiempo, haya partes de mi trabajo que se vean afectadas», ya que requiere la intervención de personas de forma presencial.

A pesar de que la situación puede acarrear que «no esté completo para la fecha de entrega», María es optimista y «no pienso tirar la toalla, trabajaré al máximo para conseguir que esté a tiempo».

Para ella su agapornis Kira es un miembro más de la familia, «es la alegría de la casa. Desde que se despierta está diciendo su nombre y tocando las campanas de su jaula para decirte que ya es hora de que la saques, es única». Kira sufre desde hace un año y medio un problema crónico y hay que darle su medicina cada día.

María intenta ser ahora más meticulosa que nunca porque, aunque no esté demostrado que los animales puedan contagiarse del Covid-19, cualquier resfriado o problema que tenga Kira puede ser «la perdición» para ella. «En estas fechas suelo tener más cuidado e intento no toquetearla mucho, pero con que le esté diciendo cosas o sacándola para que se pasee por la casa Kira está contenta», cuenta.

Esta es Kira, el agapornis de María. Foto: María Haro

En su barrio «se ve y se siente la colaboración de la ciudadanía», las calles están prácticamente vacías y todas las tardes a las 20.00 horas los vecinos salen a los balcones a aplaudir y vitorear a los sanitarios. A las 22.00 horas, cuando los trabajadores del supermercados cierran los establecimientos, la calle vuelve a llenarse de aplausos por todas esas personas ‘invisibles’ y por su «dedicación y cooperación con la causa».

«Cuando pasan estas cosas aprendes que hay que tomar más en serio el ‘a ver si nos vemos’, porque ahora que no podemos vernos nos pesa más el tiempo que no hemos aprovechado y disfrutado con las personas que nos importan», concluye.

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