Entrevistas

«Los encargos se han detenido y ahora pintas por la propia necesidad de pintar»

El pintor cordobés Manuel Castillero cuenta cómo su proceso creativo se ha visto afectado por el confinamiento

Publicado en Insitu Diario el 13 de abril de 2020

Vídeo montado por Pedro Gálvez Castillero

En esta cuarta entrega de ‘Estado de arte’, el pintor cordobés Manuel Castillero cuenta su experiencia y qué futuro augura al arte a raíz de la crisis sanitaria provocada por el Covid-19.

Son muchas las profesiones que de golpe y porrazo han visto cortada toda su actividad y fuente de ingresos económicos, además de vivir en un constante estado de preocupación y desmotivación. Esto se hace especialmente duro en el intrínseco mundo del arte que tanta implicación e inspiración necesita. ¿Habrá hecho del confinamiento su nueva musa?

Manuel Castillero estudió en la Escuela de Arte Mateo Inurria y se ha formado con grandes maestros del paisajismo como Antonio Povedano y Miguel Acevedo Porras. Ha entregado más de 25 años de su vida al arte.

Además de trabajar en el estudio, desde hace varios años impartía clases de pintura. Sin embargo, debido a las medidas adoptadas por el Gobierno, ha tenido que suspenderlas hasta que se levante el estado de alarma.

El cese de las clases ha tenido un efecto positivo en su obra: ahora dispone de más tiempo para dedicárselo a la pintura. Por otro lado, la soledad que siente y el ambiente pesimista que desprenden las calles de Córdoba influye en él y en su obra.

El aislamiento ha impregnado su última obra en desesperanza y melancolía. Actualmente está embarcado en un proyecto que trata de unir la música y la pintura. Ha dejado aparcado otras obras para emprender «nuevos caminos».

El pintor explica que llevaba tiempo que quería hacer un proyecto con la novena sinfonía de Mahler, pero «me di cuenta de que el tratamiento visual de la imagen no tenía el punto conceptual que buscaba». Fue aquí cuando, inspirado por La canción de la tierra, también del compositor, inició un nuevo trabajo.

Explica que este proyecto será un gran friso de seis obras sobre la vida y la muerte y afirma que le encantaría exponerlas todas juntas en Córdoba. «Es un proyecto que me planteo a mínimo dos años», añade. Sin embargo, en las semanas de encierro que llevamos ya ha terminado una de ellas. «Es una obra que quizás hubiera requerido más tiempo, pero la obra ha salido sola. Las horas pasaban volando», afirma. Cree que todo lo que está ocurriendo afuera «se transmite dentro de la obra».

Asegura que ha intentado impartir clases online, pero «no todo el mundo domina la técnica» o tiene los materiales necesarios para seguir la clase. «Se puede ayudar a quien quiere continuar el trabajo desde casa, pero es difícil», continúa. Explica que hay personas que tienen los utensilios de trabajo en las academias y, por tanto, debido al encierro no pueden ir a recogerlos. Otros no disponen de un espacio en casa para pintar cómodamente.

Considera que los estudios particulares donde se imparten clases son un refugio para las personas a las que les gusta pintar. «Buscas un espacio que esté fuera de casa y que sea una parte de tu día a día, por lo que todos los utensilios se quedan en las academias», añade.

Respecto a la entrega y comercialización de las obras, afirma que «está completamente parada». Los encargos que tenía se han detenido o se han quedado in albis, ahora «ya pintas por la propia necesidad de pintar». Piensa que esto es algo muy positivo para el arte porque ahora es cuando salen «las cosas más puras». No hay una motivación económica, solo el placer de «pintar por hablar».

Cree que el ambiente no siempre te invita a «ser receptivo» con el arte. Piensa que el que «no se acerca a un libro en toda su vida, no va a querer ahora acercarse simplemente porque esté confinado». En definitiva, «el que ama el arte lo va a seguir amando».

Considera que hay dos formas de interactuar con el arte en estos momentos. Por un lado, la persona que «prefiere ver la situación de frente» y, por tanto, busca obras que puedan contar algo sobre lo que estamos viviendo. Por otro, «quien necesita evadirse y no quiere saber nada que le recuerde a esto«. Este último, según el pintor, busca otro tipo de entretenimiento que «no le haga ningún eco a lo que está sucediendo en el país».

Cuenta que cada día y medio están muriendo los mismos pasajeros que en el Titanic. «Cada día mueren casi 1.000 personas y eso es algo terrible. Si lo piensas fríamente es para volverse loco», expresa.

El pintor afirma que intenta sobrellevarlo como puede porque «intento separar a mi hijo de todo lo que sucede». No trata de engañarlo, sino de «hacerle un poco más llevadero todo esto». Sin embargo, no es tarea fácil y los altibajos le zarandean a menudo.

Sospecha que esto nos va a llevar «a lo peor de la crisis» de hace unos años. «Cuando parecía que habíamos llegado a la orilla y que empezábamos a salir un poco, esto nos devuelve otra vez al arrecife«, reflexiona. Espera que no sea tan devastador como fue la crisis económica de 2008, pero se mantiene pesimista.

Todas estas obras pertenecen a la serie Reclaimed places

Recuerda las obras en las que pintaba la Gran Vía de Madrid degastada por el tiempo o el Congreso sin vida con una naturaleza que retomaba su espacio. Cree que somos una especie que ha hecho «demasiado mal» al ecosistema. En los días que hemos faltado, «la naturaleza ha recorrido los caminos que habíamos fabricado y los animales buscan las sendas por las que nosotros andábamos», continúa.

Cree que esta situación nos está dando la medida de lo que somos: nada. Piensa que nosotros estamos solo de paso y que las civilizaciones se construyen sobre las cenizas de otras. Sin embargo, no considera que esta crisis sean las cenizas, ni los restos para construir algo nuevo. Piensa que esto debería hacernos pensar sobre lo que queremos dejarles a nuestros hijos y reflexionar sobre «lo que somos y lo que queremos ser».

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