Diario

Presagio

Aliento del pájaro que retomó su vuelo

14 de febrero de 2021

Foto: Lucía Montilla

Ayer soñé que podía volar. Me convertía en pájaro y surcaba cielo y mar. Tras un millar de aterrizajes forzosos, dejé de flaquear. Pero algo me animaba a despertar, era el influjo de la realidad.

Al despertar me sentí como Peter Pan, hacía tiempo que no soñaba con crecer y madurar. Lejos de la obligación y de la responsabilidad me hallé, cara a cara, mirándome como nunca antes. Sentí por primera vez en mucho tiempo satisfacción y ganas de nuevos comienzos.

Solía vivir en la comodidad de las apariencias. Me conformaba pensando que el mundo a mis espaldas solo susurraba palabras de amor y de comprensión, pero la amarga realidad alimentaba mi ansiedad. No quería levantar la cabeza, no sentía que valiera la pena.

Sin embargo, un día hallas una verdad incuestionable: el valor incalculable de tu trabajo, de tu tiempo y de la persona que eres. En ese momento dejas de ofrecerlo gratuitamente a personas que no lo merecen. Dejas de mendigar amor, apoyo, preocupación y amistad. Comprendes que a quien le importas te habla, te busca y no te abandona cuando más lo necesitas.

El miedo a decir «no» se difumina, porque no estás rechazando a alguien, te estás diciendo «sí» a ti misma. Un sí a que tu vales, a que tu tiempo importa, a que eres autosuficiente e independiente y a que si tienes a alguien a tu lado no es porque lo necesites, sino porque lo eliges. No tienes por qué temer al error porque siempre y cuando sea tu decisión, acertarás.

Crecer me ha enseñado a practicar un egoísmo sano: respetar mis necesidades y sentimientos, aun si otros no lo hacen. Al fin y al cabo, solo la persona que te mira a través del espejo es la que te va a acompañar toda la vida. Así que no la dañes, al revés, mímala. Háblale como si conversaras con la persona que más amas en el mundo, porque eso es a lo que debes de aspirar.

Día a día trato de quererme más. Aprendo a respetar mis sentimientos y a valorar cualquier esfuerzo. No es moco de pavo, pero tiene que convertirse en tu quehacer diario. Está en nuestra mano elegir quien queremos ser mañana y yo me niego a convertirme en todo el dolor que otros me han hecho.

Foto: Lucía Montilla

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