Historias

Historias de la cuarentena (Parte II)

Un camionero de Córdoba cuenta cómo se vive en la carretera y cómo su rutina se ha visto afectada con la llegada del Covid-19

Publicado en Insitu Diario el 18 de marzo de 2020

En esta segunda entrega de ‘Historias de la cuarentena’, Rafael Álvarez, un camionero cordobés, cuenta cómo se vive en la carretera y cómo su rutina se ha visto afectada por la crisis sanitaria causada por el Covid-19.

Rafael estaba de camino a Francia, en mitad de su frecuencia habitual de 12 días fuera de casa, cuando se decretó el estado de alarma en España. Ante esta crisis, asegura que «tenemos el mismo tipo de normas para todas las personas que hay en Europa, debemos de tomar todas las precauciones y prevenciones que se están escuchando por radio y televisión».

Este viernes, después de estos intensos días de cambios en la regulación del transporte, Rafael vuelve a casa y se tomará el descanso de 45 horas que le corresponde. Afirma que «en casa no voy a tomar precauciones porque ahora mismo estoy viviendo solo y no necesito ponerme la mascarilla. De hecho, el viernes o el sábado iré a hacer la compra al lado de casa; con eso veré a mis hijas». Sin embargo, cuando las vea va a tener que cumplir al máximo las pautas y medidas de seguridad que la administración sanitaria ha designado porque «puedes ser o no portador del virus, pero siempre puedes guardar las medidas de seguridad de mantenerse a un metro de una persona y no tocar según qué cosas», continúa.

El día 15, el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana dictó la Orden TMA/229/2020 por la cual los establecimientos como las gasolineras deben proporcionar un servicio de aseo para los conductores profesionales. Sin embargo, según cuenta Rafael, a muchos de sus compañeros se les está vetando el acceso.

Debido a la rápida evolución de la crisis, no ha podido conseguir gel hidroalcohólico, pero como dicen cada maestrillo tiene su librillo, y Rafael está recurriendo a rebajar lejía con agua porque según cuenta «es más difícil que se te pegue el virus porque persiste más en la piel que el hidrogel».

«Hoy nadie está en un coche o en un camión por gusto. Todos estamos en la carretera por trabajo, apenas se ven coches en la carretera», manifiesta. Esta situación se hace más llevadera gracias a algunos retaurantes y cafeterías que, aun cerrado su negocio de cara al público, trabajan para darles comida a estos profesionales. Rafael dice que no tiene ese problema porque «llevo comida en el camión. No suelo pararme, lo hago excepcionalmente cuando no tengo ganas de hacerme la comida o quiero comer algo diferente, pero no me paro mucho, entre otras cosas porque los sueldos no dan para más».

En su camión lleva todo tipo de conservas, verduras, legumbres y pescado que guisa en su cocina portátil de un solo fuego. Ayer mismo el menú fue paella con pollo asado, champiñones a la montillana, conservas y un chorreoncito de vino para que le diese más sabor.

Asegura que «40.000 kilómetros en carretera son difíciles de llevar con un simple dolor de muelas, nosotros frecuentemente tenemos que dormir en desniveles por la orografía del terreno, junto a frigoríficos con motores y vibraciones», por lo que el descanso en carretera es forzado por el cansancio y el agotamiento.

Este confinamiento, en palabras de Rafael, «debería haberse hecho antes, no se le ha dado la seriedad que se le tenía que haber dado en el conjunto de Europa. Yo creo que cuando acabe el confinamiento deberíamos seguir llevando mascarillas un tiempo para asegurarnos de que no nos contagiaremos».

«Si hay un confinamiento y un cierre de fronteras total, hay que avisarlo con tiempo para que las personas se organicen y puedan volver a su casa, no que de la noche a la mañana te digan que cierran las fronteras», concluye.

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