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¿Existe violencia obstétrica en los hospitales de Córdoba?

«La violencia obstétrica es aquella que se ejerce sobre las mujeres durante el embarazo, parto y puerperio por parte del personal sanitario», así la recoge la ley argentina sobre el Parto Humanizado (2004). Argentina es uno de los pocos países que lo reconocen en todo el mundo. En España, la violencia obstétrica no se encuentra tipificada en la Ley, siendo un problema de salud pública y de derechos humanos a nivel local que, según numerosos testimonios, muchas mujeres han sufrido y siguen sufriendo en ciudades como Córdoba.

Publicado en Milla Cero el 05 de noviembre de 2019

Imagen de una mujer embaraza en un centro de salud. Fuente: Pixabay

Según Ángela Rodríguez, el día 14 de diciembre de 1988 sufrió violencia obstétrica en el Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba: “Tras estar cosiéndome una hora y cuarto con poca anestesia para evitar un desgarro muscular, una matrona sintió lástima de mí y me preguntó cómo me sentía. Cuando le respondí que me sentía como un animal al que están apaleando se rio de mí, no volví a pronunciar otra palabra”. Hace unos meses Carmen Yadiel, presunta víctima de violencia obstétrica, asegura que también sufrió maltrato físico y psicológico en este hospital.

La violencia obstétrica no es un problema ajeno a Córdoba, por desgracia, muchas mujeres actualmente piensan que tener una experiencia traumática de parto es cuestión de suerte. Carolina Garcinuño, coordinadora del grupo local de El Parto Es Nuestro, añade que “esas cosas que ocurren en el parto son cosas que ya te han avisado de que tienen que pasar, es el peaje que hay que pagar para ser madre. Si no estás metido dentro de este tema y no te has informado es muy difícil verlo y más asimilarlo».

«Es mejor pensar que es lo normal, que le pasa a todo el mundo, que el entorno médico es así. Enfrentarte a la verdad, darte cuenta de lo que te han hecho, es enfrentarse a una emoción muy gorda».
Carolina Garcinuño, coordinadora local de El Parto Es Nuestro.

¿Qué es la violencia obstétrica?

Según la declaración de la OMS de septiembre de 2014, sobre la Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud, “en todo el mundo, muchas mujeres sufren un trato irrespetuoso y ofensivo durante el parto en centros de salud, que no solo viola los derechos de las mujeres a una atención respetuosa, sino que también amenaza sus derechos a la vida, la salud, la integridad física y la no discriminación”.

La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) por su parte hizo en 2018 la siguiente declaración: “Bajo ningún concepto ni criterio la SEGO se puede sentir aludida por términos como violencia obstétrica, dado que vigila constantemente la buena praxis de sus asociados (…) Por último, si existen datos contrastados de que en algún medio, no dependiente de la SEGO”.

Eva Margarita García, doctora en Antropología por la Universidad Autónoma de Madrid, realizó la primera tesis europea sobre violencia obstétrica. En su investigación plantea que la violencia obstétrica es un tipo de violencia de género porque infantiliza, manipula, humilla y hace sentir miedo a las mujeres. Además, García especifica que «podemos hablar de violencia de género psicológica (tratar a las mujeres de manera inapropiada, desde infantilizaciones y humillaciones hasta directamente chantajes, vejaciones e insultos). También de violencia física en mayor o menor medida (por ejemplo, el uso de la maniobra de Kristeller o de Hamilton, los tactos innecesarios, la posición de litotomía, el no dejar que las mujeres se muevan, etc.). Dentro de esta violencia física, por supuesto, también estaría la violencia sexual: muchas mujeres se sienten “violadas” y también pueden sufrir mutilaciones genitales (episiotomías innecesarias)”.

El término violencia obstétrica no está regulado de forma específica en la legislación, es un concepto acuñado por las personas y movimientos sociales que luchan por los derechos de la mujer durante el embarazo, parto y puerperio. Algunos de los movimientos sociales que actúan en España son El Parto Es Nuestro, Dona Llum y la Asociación Nacer en Casa. Además este tema se trata en grupos de apoyo a la lactancia como AlMamar y asociaciones como la Plataforma Pro Derechos del Nacimiento y la Asociación Andaluza de Matronas.


Invisibilización de la violencia obstétrica

Al no estar especificado en la ley, la única forma legal para denunciarla es a través de negligencias médicas y mala praxis. Francisca Fernández, abogada defensora de víctimas de violencia obstétrica en España que llevó cuatro casos ante la ONU, afirma que “cuando pleiteo por negligencia médica gano la mayoría de los casos, ahora en el momento en el que mencione derechos de las mujeres, maltrato o abuso, esa parte de mi reclamación no es atendida. El Tribunal Supremo ya lo ha reconocido en temas de consentimiento porque se presenta un autoritarismo, dominación o abuso de poder ejercido sobre la mujer».

«En una demanda tienes que irte al daño mayor. Las palabras, las humillaciones, el trato que tú sabes que pasó, o no tienes tiempo o tienes que centrarte en lo más grave. Yo, por mi activismo, intento además reflejar todo lo demás».
Francisca Fernández, abogada defensora de víctimas de violencia obstétrica.

La abogada cree que no es necesaria la creación de un apartado específico para este tema porque “se supone que la legislación que protege los derechos de los pacientes es igual para mujeres que para hombres. Lo que ocurre es que los jueces no nos lo aplican, primero por el patriarcado y por el sexismo; y luego porque los jueces no nos protegen frente a los abusos que hemos sufrido. Es un problema de conciencia más que legislativo”. Además, concluye que hay otros motivos como el interés económico, la ignorancia y una falta de actualización y de interés por parte de los profesionales que ejercen la obstetricia.

Juan Gervás, médico de cabecera que escribe activamente en Acta Sanitaria sobre violencia obstétrica y parto en casa, añade que “la respuesta judicial a la violencia obstétrica es parte del patriarcado (de hombres y mujeres) estimulado, además, por un falso cientifismo que considera que los profesionales no se equivocan”.

Carolina Garcinuño, coordinadora local de El Parto Es Nuestro, cree que es un tema tabú porque “no tienes mucha gente con la que puedas abrirte y que tenga un eco. Te suelen decir que al menos tú y tu hijo estáis bien, y entienden bien como estar vivos. Hay mucha gente que sale después de un parto y estar bien es mucho más que estar vivo, hay gente que arrastra secuelas físicas y emocionales durante muchos años. En las reuniones la mayoría de las mujeres no saben a priori que han sufrido violencia obstétrica, se enteran cuando escuchaban determinadas cosas”.

La doctora en Antropología Eva Margarita García piensa que esto ocurre porque “tenemos la creencia de que los profesionales médicos solo están ahí para buscar el bien común, y más aún, de que la medicina es neutral y objetiva (…) Así, que la violencia obstétrica esté invisibilizada es una consecuencia casi lógica de todo esto: no se puede admitir que los profesionales médicos estén haciendo algo mal, y no se puede admitir que las prácticas sanitarias estén repletas de género, porque eso sería además abrir la puerta a que la violencia de género se dé en otros ámbitos más allá del sentimental”.

«Si los profesionales trataran del mismo modo ‘endiosado’ a hombres y mujeres, estaríamos hablando únicamente de una posible mala praxis médica, sin embargo, el tema del género muestra un papel predominante».
Eva Margarita García, autora de la primera tesis europea sobre violencia obstétrica.

En palabras de Konchy Prieto, profesora de preparación al parto, “en nuestro subconsciente está la idea de que el parto ha de ser traumático. Esta normalización de lo antinatural, del horror y de la excesiva medicalización hace que la violencia obstétrica se normalice (…) La mayoría de las veces las mujeres y sus parejas no son conscientes del trauma sufrido; otras se dan cuenta tarde, y también hay quienes creen que esa es la forma en la que su parto debía de ser». «También supongo que hay una parte de vergüenza, no quieren hablar de ello porque el parto no deja de ser una experiencia sexual e íntima”, añade Prieto.

Isabel Mora, quien asegura haber sufrido violencia obstétrica en el Hospital Reina Sofía, cree que la falta de visibilización se debe tanto al “miedo a la bata blanca” como a que “la mujer que ha pasado por una situación de violencia obstétrica está tan sumamente dañada en lo emocional, en su capacidad para decidir, se siente tan vulnerable, cuestionada e invalidada, que no tiene fuerzas ni capacidad para denunciar ni expresar abiertamente cómo se siente”.


Violencia obstétrica en Córdoba

El Defensor del Paciente publica en su memoria anual el número de denuncias por negligencias médicas registradas por comunidad y provincia. Según la Memoria del 2018, en Andalucía se registraron un total de 2.706 casos, siendo Córdoba la tercera provincia más denunciada con 301 casos, el doble de casos que hace diez años.

Entre los hospitales más denunciados de Andalucía, según la Memoria de 2018 de El Defensor del Paciente, destaca el Hospital Universitario Reina Sofía en quinta posición. La especialidad de Obstetricia y Ginecología se encuentra entre las especialidades y servicios más denunciados en Andalucía. Se contactó con el Defensor del Paciente para obtener datos referentes a cuántos de los casos registrados en Córdoba pertenecían al Reina Sofía y cuántos a la especialidad de Obstetricia y Ginecología de este hospital. Sin embargo, se negaron a dar esta información.

En vistas a estas cifras y a los numerosos testimonios de mujeres que afirman haber sufrido violencia obstétrica en este hospital, tratamos de contactar en reiteradas ocasiones con el hospital. La única respuesta que nos ofrecieron fue redirigirnos a su memoria anual para consultar sus datos estadísticos, sin embargo, esta Memoria no se ha actualizado desde el 2016.

Las tasas de cesáreas que se pueden consultar en la Memoria Anual de 2016 del hospital corresponden a un 20,37%, más del doble de lo recomendado por la OMS en su declaración sobre tasas de cesáreas. En esta declaración de 2015 la OMS presenta que “la cesárea, cuando está justificada desde el punto de vista médico, es eficaz para prevenir la morbimortalidad materna y perinatal (…) A nivel de población, las tasas de cesárea superiores al 10% no están asociadas con una reducción en las tasas de mortalidad materna y neonatal”. Por lo tanto, el Hospital Reina Sofía sobrepasaría esta recomendación. En dicha Memoria no se aporta ningún dato sobre otros procedimientos.

Francisca Fernández, abogada defensora de víctimas de violencia obstétrica, afirma que, según los datos que le han aportado las víctimas, “en el Reina Sofía el personal no está coordinado, se pone oxitocina sintética cuando no se debe hacer con cesárea previa. La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) en un protocolo sin ningún fundamento científico, dice que a dosis bajas es posible, pero esto no es verdad. La oxitocina sintética tiene un poder de rotura uterina muy grande en mujeres con cesárea previa, el prospecto del medicamento y la autorización del Ministerio de Sanidad para uso de oxitocina lo dejan bien claro. Sin embargo, en este hospital se usó y se usó extraordinariamente mal. Llevé un caso de una mujer que perdió a su hijo por una aplicación poco prudente de la oxitocina en este hospital».

La doctora en Antropología, Eva Margarita García, explica que «en los centros públicos se ponen en juego factores como el azar y la elección del centro al que vayas. Depende de qué equipo te toque, tu parto puede ser mejor o peor, lo que es absolutamente aberrante porque un buen parto debería de estar garantizado independientemente de quien lo asista o el centro al que acudas”. Sin embargo, la violencia obstétrica no se da únicamente en los centros públicos. García expone que «los centros privados tienen unas cifras, por norma general, aún más altas, porque generalmente el obstetra que atiende a la mujer durante todo el embarazo es quien va a asistirla en el parto. Esto provoca que se provoque la inducción al parto. Por otro lado, en los hospitales privados las aseguradoras abonan siguiendo un forfait «.


El plan de parto como herramienta de decisión

El plan de parto es una de las herramientas de las que disponen las mujeres para decidir cómo les gustaría que fuera su parto. Desafortunadamente, son muchos los profesionales que no informan sobre este y/o no lo respetan. Teresa Gómez, comadrona desde hace más de 30 años, manifiesta que el plan de parto comenzó como los documentos en los que las mujeres solicitaban oficialmente cómo querían que fueran sus partos. Estos documentos se entregaban en el Instituto Nacional de Salud.

«El plan de parto actual es una cartilla que te informa de lo que puede pasar, pero en muchas ocasiones no te da la posibilidad de poner qué quieres que pase. Por tanto, si te recortan las preguntas, te recortan las opciones también».
Teresa Gómez, comadrona con más de 30 años de experiencia.

Konchy Prieto, profesora de preparación al parto, añade que «es muy importante señalar cómo nos gustaría que nos asistieran los profesionales en cada ocasión, pues nunca se sabe cómo va a ser un parto”.

En mayo de 2018, las matronas Susana Iglesias, Marta Conde, Sofía González y Mª Esther Parada presentaron en el III Congreso Internacional de Género, Ética y Cuidado celebrado en Barcelona el trabajo ¿Violencia obstétrica en España, realidad o mito? 17.000 mujeres opinan. En este se afirma que: “El 39,1 % de las mujeres afirman que los sanitarios no les informaron sobre su derecho a entregar un plan de parto, y el 12,3% que no les resolvieron dudas sobre el mismo (…) El 44,2 % de las mujeres que sí lo entregaron opinan que no se respetó”.

La vicepresidenta del grupo local AlMamar, Isabel Pulpillo, que además es enfermera en Córdoba, cree que “los profesionales no informan de la posibilidad de que una mujer decida sobre su cuerpo, porque las mujeres hemos pasado a ser meros recipientes del bebé, del producto. Es una sociedad totalmente capitalista productiva y entonces el producto es lo que importa, pero no la mujer (…) El personal sanitario se siente atacado cuando una mujer viene con una decisión tomada, siente que su trabajo ya no depende de él”.

Juan Gervás, médico de cabecera y autor de numerosos artículos sobre violencia obstétrica, añade que “el plan de parto no se respeta en los servicios en los que domina el autoritarismo médico, el hábito autoritario, y son muchos los servicios en los que esto sucede”.

La coordinadora del grupo local de El Parto Es Nuestro, Carolina Garcinuño, recuerda que no presentó un plan de parto porque “las matronas y profesoras de preparación al parto nos habían desanimado a presentarlo para que no fuéramos de listillas y para que no nos ganáramos mal rollo con los que nos fueran a atender.

Garcinuño concluye que “la responsabilidad de informar adecuadamente debe recaer sobre los profesionales porque el que una mujer esté informada no garantiza que el parto vaya bien, además de que cualquier mujer, informada o no, tiene derecho a un buen parto”. Sin embargo, Teresa Gómez, matrona con más de 30 años de experiencia, piensa que «a los sanitarios no les interesa tener planes de partos porque les haría cambiar. Los desaconsejan porque de esa manera no tienen encima de la mesa 500, 800 o 900 planes de partos».

Eva Margarita García, autora de la primera tesis de violencia obstétrica en Europa, entiende la necesidad actual del plan de parto, pero cree que hasta que no existan garantías de su cumplimiento seguiremos en la misma situación. El plan de parto no sería necesario si todos los profesionales atendieran en base a la evidencia científica actual.


Recomendaciones de la OMS: La maniobra de Kristeller

La OMS en su Guía Práctica Clínica sobre la Atención al Parto Normal de 2015, que está pendiente de actualización, expone: “Se recomienda no realizar la maniobra de Kristeller debido a que la prevalencia de su uso es desconocida. Se trata de una práctica de la que no existe una clara evidencia para fomentarla y que debería usarse con cautela hasta que nuevos estudios clarifiquen el tema”. En el resumen de la evidencia de esta maniobra se concluye que “la maniobra de Kristeller, realizada mediante el cinturón inflable, no incrementa la tasa de partos vaginales espontáneos ni reduce la tasa de parto instrumental (…) La maniobra de Kristeller es ineficaz en la reducción de la duración de la segunda etapa del trabajo”. Entre los testimonios de las socias de El Parto Es Nuestro se encuentran un total de 85 relatos de mujeres que sufrieron la maniobra de Kristeller.

En opinión de la coordinadora de El Parto Es Nuestro argumenta que “la maniobra de Kristeller se oculta porque, a pesar de no estar prohibida en España, el personal sanitario no quiere que aparezca en ningún informe”. Además, cree que «el sistema médico en cuanto a obstetricia y partos se basa más en la creencia y en el ‘siempre se ha hecho así’ que en la evidencia científica”.

Francisca Fernández, abogada defensora de víctimas de violencia obstétrica, cree que “quien la hace sabe perfectamente que no está justificado, por eso no la va a poner. Se utiliza mucho por las prisas y para bajar un bebé a empujones para luego poder sacarlo con fórceps». Las recomendaciones de la OMS no se siguen, según la abogada, por rutina, inercia y comodidad.

Eva Margarita García apunta que “realizar esta maniobra, a pesar de las muchas consecuencias negativas que puede tener en madre y bebé, acorta notablemente el tiempo del parto, así que muchos profesionales siguen usándola». Según la doctora en Antropología, «cuando se realizó la Estrategia para la Atención al Parto Normal en 2012, basada íntegramente en las recomendaciones de la OMS, hubo algunos centros que realizaron un notable esfuerzo, pero también otros centros que no movieron ficha».

«La maniobra de Kristeller no aparece ni en el informe que se entrega a las mujeres al darles de alta, ni tampoco en el historial médico. De esta manera, si una mujer quisiera denunciar después de haber sufrido dicha maniobra, no podría demostrar que se le ha realizado»,
Eva Margarita García, autora de la primera tesis europea sobre violencia obstétrica.

Teresa Gómez empezó su formación como matrona en los años ochenta. En esta época no había tanto conocimiento y le enseñaron a ser una matrona violenta y agresiva: «A mí me enseñaron a ser una matrona heavy, a subirme, a rajar, a cortar y a infantilizar a las mujeres». Un factor decisivo de su cambio fue el libro Por un nacimiento sin violencia de Frédérick Leboyer, porque le hizo darse cuenta de que era parte activa de este dolor: «Después de leerlo me lancé a ver a otros profesionales. Llegué al hospital e hicimos dos cursos de formación y reciclaje de todos los profesionales del servicio para que todos los derechos de la OMS se llevaran a cabo. Fui la mujer que cambió los partos en Andalucía, pero yo y mis compañeros fuimos invisibilizadas por los hombres que se apropiaron de nuestros logros”. Desde su experiencia añade que «la gente que hace la maniobra de Kristeller no piensa que lo hace mal, piensa que es una ayuda. Si no consideras que es una maniobra, si consideras que es un ‘empujoncito’ para agilizar el parto, no la apuntas en ningún sitio”. La comadrona reconoce que «a los profesionales nos cuesta mucho hacer una autocrítica de nuestro trabajo, no se quiere hacer una autorreflexión para ver qué se está haciendo porque si eso fuera verdad habría que cambiar muchas cosas”.


Situación actual de la violencia obstétrica

Carolina Garcinuño concluye que “hay una tendencia hacia la medicina defensiva, a que el riesgo de mortalidad tienda siempre a cero. Todo está hiper controlado, incluso en situaciones de normalidad pasan por encima de momentos que podrían ser más fisiológicas y más respetadas”.

Según Eva Margarita García, “actualmente no tiene sentido denunciar la violencia obstétrica en tanto que violencia de género porque la legislación actual de violencia de género sólo la contempla dentro de las relaciones sexoafectivas. Evidentemente, eso deja fuera a muchas otras situaciones donde podría darse violencia de género -y donde se da-, pero que legalmente no tiene esa consideración. Hoy por hoy, las mujeres que denuncian en España solo pueden hacerlo como mala praxis”. No obstante, afirma que cada vez hay más mujeres que denuncian este tipo de violencia.

La abogada cree que “habría que empezar a analizar por profesional cuáles son sus tasas concretas de episiotomías, cesáreas, inducciones… Y de alguna manera señalarle y vigilar qué tipo de actuación está teniendo. También, en el caso de Córdoba, el servicio público no tiene por qué soportar las consecuencias de estas actitudes y situaciones porque generan un coste social enorme”.

Según el manifiesto de la Asociación Andaluza de Matronas en 2014: “En Andalucía hay mujeres de primera y de segunda categoría, referida a la atención que pueden recibir a lo largo de su vida sexual y reproductiva por profesionales especialistas en dicha materia: la matrona. Si vives en Córdoba o Almería, por ejemplo, la posibilidad de ser atendida por una matrona en Atención Primaria es muy escasa, si vives en Cádiz, Málaga o Sevilla la posibilidad aumenta a casi el 90%”.

«Desde que la preparación al parto la hacen matronas en Córdoba el conocimiento de los planes de parto ha aumentado y son más mujeres las que se informan sobre sus derechos» apunta Carolina Garcinuño

«Desde que la preparación al parto la hacen matronas en Córdoba el conocimiento de los planes de parto ha aumentado y son más mujeres las que se informan sobre sus derechos» .
Carolina Garcinuño, coordinadora local de El Parto Es Nuestro.

Teresa Gómez, comadrona desde hace más de 30 años, afirma que hay una diferencia de unos 15 años entre el norte y el sur de España, «ahora mismo en Andalucía, yo estoy asistiendo el número de partos que se asistían en Barcelona en 1992″. Además, la matrona piensa que “no hay una idea unánime dentro del servicio. Puede que a una mujer le toque una comadrona que atienda su plan de parto, que lo entienda y lo facilite, pero le puede tocar otra que no lo haga».

Según el trabajo ya citado ¿Violencia obstétrica en España, realidad o mito? 17.000 mujeres opinan “El 38% de las mujeres opinaron que recibieron procedimientos que no necesitaban y/o podían ser potencialmente perjudiciales para su salud (…) El 45,8% afirmaron no haber recibido solicitud de consentimiento informado antes de cada técnica o procedimiento; el 34,3% fueron criticadas o descalificadas por parte del personal sanitario; el 31,2% fueron infantilizadas usando sobrenombres y/o diminutivos y el 49% no tuvieron posibilidad de aclarar dudas, expresar miedos o inquietudes”. El documento concluye que 6.077 mujeres (35,75%) consideraban haber sufrido violencia obstétrica.

Según los expertos entrevistados, la violencia obstétrica sigue invisibilizada porque no se apoya por parte del sistema legislativo ni sanitario, pero cada vez hay más mujeres que la reconocen y luchan por su derecho a un parto sin violencia. Este es un problema que, según todos los testimonios recogidos, se da en mayor o menor medida en la mayoría de los centros de Córdoba.

A nivel regional, el Servicio Andaluz de Salud debería velar por el cumplimiento de las recomendaciones de la OMS, el respeto de los planes de parto y la humanización del parto. A nivel local, resultaría más fácil controlar que no se ejerza este tipo de violencia empezando por los hospitales públicos como el Hospital Universitario Reina Sofía. Los expertos consideran que factores como el reciclaje de profesionales, la actualización de protocolos e informes, son claves. Empezando desde una información apropiada sobre el plan de parto y una información completa de todas las intervenciones que se realicen durante este.

En vistas de todas las recomendaciones planteadas por los especialistas, los profesionales también deberían velar por mejorar la transparencia en las historias clínicas, extremar aún más la atención y el apoyo a las mujeres que han sufrido estrés postparto y atender a las mujeres en función de la Guía de Práctica Clínica sobre la Atención al Parto Normal de la OMS, basada en la evidencia científica actual. Estos aspectos son fundamentales si se quiere combatir la violencia obstétrica.

Respecto las víctimas: compartir su historia, conocimiento y experiencia personal puede ayudar a muchas mujeres a entender qué les pasó y poder así pasar página, y también servir de guía para futuras madres. El propósito social común debe ser tratar de reducir al máximo el número de mujeres que sufren violencia obstétrica, además de apoyar a sus víctimas en su recuperación, porque tanto las secuelas físicas como emocionales son difíciles de superar.

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